3.4.La Monarquía Hispánica de Felipe II. Gobierno y administración. Los problemas internos. Guerras y sublevación en Europa.



Nacido en 1527 fue duque de Milán desde 1550, rey de Nápoles desde 1553 y de Inglaterra desde 1554. Tras la abdicación de su padre en 1555 fue proclamado Soberano de los Países Bajos y Duque de Borgoña y al año siguiente de la Corona de los Reinos Hispánicos, Sicilia y las Indias.

Después de sus numerosos viajes se estableció definitivamente en la Península, designando a Madrid como capital en 1561. Desde esta y posteriormente desde el Real Sitio de El Escorial gobernaría un extenso imperio casi sin desplazarse, gracias al desarrollo de una importante burocracia.

Los años de reinado de Felipe II consolidaron la hegemonía hispánica en Europa. Además fue uno de los máximos impulsores de la Contrarreforma católica. Su reinado, pese a coincidir con un momento de máxima afluencia de metales preciosos de América, presentó graves problemas financieros, en 1557 se producía la primera bancarrota de la Hacienda. Esto fue debido a los enormes gastos militares a los que tuvo que hacer frente.

GOBIERNO Y ADMINISTRACIÓN:

Durante el siglo XVI todos los Estados modernos procuraron crear una estructura de Gobierno que les permitiera imponer la autoridad el rey, aparecía así la monarquía autoritaria. En España la organización ya había sido esbozada por los Reyes Católicos y fue perfeccionada por la familia de los Habsburgo.

Órganos de Gobierno y Justicia:

Residirán fundamentalmente en la Corte. La complicación del aparato burocrático obligó a ello y aunque los Reyes Católicos y Carlos V no tuvieron una capital, Felipe II la implantó definitivamente en 1561, eligiendo Madrid.

El monarca y los miembros de su casa serán los actores principales de todo este entramado burocrático. Durante el siglo XVI los reyes españoles de la casa de Austria demostraron una fuerte personalidad y gobernaron directamente – Carlos V y Felipe II – o ayudándose por sus familiares, reinas consortes, como Isabel de Portugal, o infantes/as como Isabel Clara Eugenia. Además, no importó que estos proviniesen de líneas bastardas como Margarita de Parma o Juan de Austria.

Los chancilleres o secretarios podían pertenecer a la nobleza o también a la alta burguesía. Carlos V empezó su reinado con un único canciller, Gattinara, pero acabó montando dos grupos de secretarios: un secretariado español, con Francisco de los Cobos y Gonzalo Pérez, que entendía sobre los problemas de España e Italia y un secretariado franco-borgoñón, con Granvela, que entendía sobre los asuntos de las posesiones al Norte de los Alpes. Por su parte la burocracia llego a tal grado de perfeccionamiento en tiempos de Felipe II que este tuvo que trabajar con una serie de secretarios, entre ellos Antonio Pérez y Juan de Escobedo, que le ponían en contacto con los Consejos.

Los Consejos (sistema polisinodial) fueron especializándose a partir del Consejo Real (1480) Eran órganos consultivos formados por especialistas, fundamentalmente juristas, nombrados y pagados por el rey. Si algún noble pertenecía a ellos lo hacía como funcionario real no en razón de nacimiento o por derecho propio. Existían dos tipos de consejos, por un lado tenemos los llamados consejos asesores o ministeriales. Estos consejos eran comunes para todos los reinos de la monarquía hispánica. Los Reyes Católicos crearon el primer consejo que servía en todos sus Estados en 1483, el de Inquisición, en 1495 se creaba el de Órdenes Militares y en 1509 el de Cruzada. En tiempos de Carlos V se creaba el de Estado, en 1522, y en 1523 el de Hacienda. No será hasta 1586 cuando se cree el Consejo de Guerra, cuyos asuntos se trataban anteriormente a través del Consejo de Estado.

Por otro lado estaban los consejos territoriales, encargados de los asuntos de determinados Estados. En 1480 los reyes reformaron el Consejo de Castilla, que se convertiría en Cámara de Castilla en 1588. Además Fernando creaba el de Aragón en 1494. De ambos se separaron asuntos, así el del de Castilla surgió el Consejo de Indias en 1524 y desde el de Aragón se creaba el Consejo de Italia en 1555. En 1582 se creaba el de Portugal tras la incorporación de dicho Estado y en 1588 Felipe segundo creaba el de Flandes.

Este conglomerado de Estados no podía contar con la presencia del monarca, por ello la casa de Austria extendió el modelo aragonés de virreyes. Habrá virreyes en Aragón, Cataluña, Navarra, Valencia, Nápoles, Portugal, Sicilia y Cerdeña. Además en América se crearán dos virreinatos, el de Nueva España (Méjico) y el del Perú (Lima).

Las audiencias mantuvieron su misma organización que en tiempos de los Reyes Católicos en la Península, la de Canarias fue creada en 1526. En América, se instala por primera vez una Audiencia, en Santo Domingo (en la isla La Española) en 1511, pero al poco tiempo fue suprimida (siendo restablecida en 1526). Bajo Carlos I y Felipe II se extendieron las Audiencias por América y las Filipinas: México en 1527; Panamá en 1538; Guatemala y Lima en 1543; Guadalajara y Santa Fe de Bogotá en 1548; Charcas (Alto Perú) en 1559; Quito y Concepción (Chile) en 1563 y Manila (Filipinas) en 1583.

El poder de la casa de Austria se basó también en una clara supremacía militar, naval y diplomática.

El Ejército se basaba en los tercios, la mejor máquina de guerra de todo el siglo XVI. Fueron oficialmente creados por Carlos I tras la reforma del ejército de 1534, sus orígenes se remontan a las tropas de Gonzalo Fernández de Córdoba en Italia, organizadas en coronelías. Se repartían las tropas en tres clases: piqueros, escudados (espadachines) y ballesteros mezclados con las primeras armas de fuego portátiles (espingarderos y escopeteros). No tardaron mucho en desaparecer los escudados y pasar los hombres con armas de fuego de ser un complemento de las ballestas a sustituirlas por completo. Los tres primeros tercios fueron el Tercio Viejo de Sicilia, el Tercio Viejo de Nápoles y el Tercio Viejo de Lombardía. Poco después se crearon el Tercio Viejo de Cerdeña y el Tercio de Galeras (que fue la primera unidad de infantería de marina de la Historia y por lo tanto la más antigua de todas las existentes hoy día). Los Tercios se formaron de soldados profesionales y voluntarios que estaban en filas de forma permanente. Al frente se encontraba un Maestre de Campo que en ocasiones daba el nombre al tercio. Los mandos fueron de primera calidad como Pedro navarro, el duque de Alba, Juan de Leyva, Alejandro Farnesio o don Antonio de Austria. El núcleo lo formaban los castellanos, seguidos en número de italianos y alemanes, aunque también había tercios valones, loreneses e incluso uno inglés. No se permitía la mezcla de nacionalidades en los tercios y el centro de la formación siempre lo ocupaban los tercios castellanos.

La armada española disfrutó de una supremacía naval durante todo el siglo. Estaba formada por dos bloques, las galeras, naves de remo, que operaban en el Mediterráneo y los galeones, a vela, que operaban en el Atlántico (Mar Océana) Se crearon atarazanas reales para que cada Estado contribuyese a la escuadra con un determinado número de navíos de línea y auxiliares. Los éxitos de esta armada fueron cuantiosos durante todo el siglo, permitiendo a la Monarquía hispánica el dominio de los mares. Los mandos fueron de excelente calidad, destacando don Álvaro de Bazán que nunca en toda su dilatada carrera perdió un solo encuentro naval.

La diplomacia permanente fue una innovación de los gobiernos renacentistas. Los Habsburgo mantuvieron embajadores permanentes en las cuatro principales plazas europeas, Roma, París, Londres y Viena. Preferentemente se designo para estos cargos a castellanos y valones.

Todo este entramado tuvo dos consecuencias. Por un lado el crecimiento extraordinario del cuerpo de funcionarios. Los cargos más importantes estaban reservados para la alta nobleza (Alba, Guzmán, Mendoza…) o el clero (Gattinara, Granvela…) Felipe II buscó un personal muy adicto, que le debiera su ascenso, entre la pequeña nobleza o la burguesía acomodada (Cobos, Vázquez, Pérez…) La infinidad de cargos burocráticos, generalmente mal pagados, cayeron en el mercado de la venta y corrupción. La angustia financiera llevó a crearlos exclusivamente para venderlos y que los compradores obtuviesen un sobresueldo (integraciones) y con el derecho de reventa o herencia, formando verdaderas dinastías de funcionarios.

Por otro lado supuso el aumento del gasto. Desde 1523 existía un Consejo de Hacienda y los primeros presupuestos tendían a equilibrar sólo los gastos ineludibles, además no se diferenciaba entre la hacienda del rey y la del Estado. Los principales gastos eran los de la casa real, el ejército, la armada o el pago de los juros (deuda pública). Cualquier gasto extraordinario requería un ingreso extraordinario. Los ingresos fundamentales eran la alcabala castellana, el servicio trienal, los derechos de aduanas, las bulas de cruzada, los bienes reales y de las órdenes militares y el quinto real de las Indias. Pero en muchos casos el Estado no cobraba directamente esos impuestos sino que lo hacía a través de un asentista, que adelantaba el dinero y luego recaudaba los impuestos. El Estado que cargó con la mayor parte de los gastos fue Castilla, mientras que otros reinos pagaban unas cantidades estipuladas. Ello llevó a la Monarquía a cada vez más solicitar préstamos a banqueros extranjeros, los Fugger, los Welser o diversos banqueros genoveses. Aún así no se consiguió evitar las sucesivas bancarrotas.

LOS PROBLEMAS INTERNOS

Uno de los objetivos del rey fue el evitar la aparición de grupos reformados en los reinos peninsulares. Así los primeros núcleos protestantes se descubrieron en Sevilla y Valladolid en 1557-1558. La inquisición actuó muy diligentemente en la eliminación de los mismos, sobre todo teniendo en cuenta que era un momento de guerra de religión en Francia y de sublevaciones calvinistas en los Países Bajos.

Esto llevó a Felipe II al cierre de los reinos peninsulares, con medidas como la prohibición de importar libros desde 1558. Además en 1559 se publicó una lista de obras prohibidas, el Índice, que fueron sistemáticamente requisadas de las bibliotecas públicas y privadas. El mismo año mediante una pragmática se prohibía a los castellanos el estudiar o impartir docencia en universidades extranjeras, salvo en el Colegio español de Bolonia, Nápoles, Roma y Coimbra. En 1568 para los de la Corona de Aragón y en 1570 para los flamencos.

La Inquisición fue convertida en un instrumento de lucha contra la Reforma protestante. Esta no se detuvo ni siquiera ante la jerarquía eclesiástica. En 1559 el Santo Oficio detuvo al arzobispo de Toledo Bartolomé de Carranza, acusado de haber publicado afirmaciones heréticas. Aunque Carranza recibió el apoyo del concilio de Trento y del mismo papa no fue entregado a la jurisdicción romana hasta 1566. Tras un largo proceso el arzobispo fue absuelto en Roma en 1576, muriendo unos días después.

También fue procesado el monje agustino fray Luis de León, escritor y profesor universitario en Salamanca. Se le acusó de realizar afirmaciones heréticas en su Comentario al Cantar de los Cantares. Tras varios años de prisión fue absuelto. También los diputados de la Generalitat de Cataluña fueron detenidos a causa de su oposición a la introducción de un nuevo impuesto de raíz eclesiástica.

La historiografía tradicional considera que esta defensa del catolicismo e impermeabilización de los reinos hispánicos tuvo efectos nefastos, ya que supuso romper con el tronco cultural europeo, justo en el periodo en que se iniciaba la revolución científica.

Pero el principal acontecimiento de la intolerancia religiosa fue la sublevación de los moriscos. Un nuevo decreto de 1567 prohibió el uso de la lengua árabe y de los vestidos y costumbres tradicionales, éste fue aplicado de forma inmediata acompañada de una fuerte actuación inquisitorial. Entre 1568 y 1570 se produjo la segunda rebelión de las Alpujarras, se encargó a don Juan de Austria sofocarla. Seguida de una fuerte represión los moriscos granadinos fueron dispersados por otras regiones de Castilla.

El último problema a nivel interno fue la revuelta de Aragón de 1591-1592. Por su tradición foral, el reino de Aragón tenía amplias atribuciones políticas, entre ellas la obligación de que sus virreyes fuesen aragoneses. También destaca la figura del Justicia de Aragón, encargado de velar por la defensa de los fueros y libertades del reino. Tenía además, el derecho al fuero de manifestación, por el que podía retener en su propia prisión a los perseguidos por oficiales reales, hasta que se pronunciase sentencia.



En 1590 el ex secretario del real Antonio Pérez, que estaba encarcelado desde 1579 por el asesinato del también secretario Juan de Escobedo, logró huir de la cárcel y pasar a Aragón amparándose en sus antecedentes aragoneses. Felipe II recurrió a la Inquisición, pero el intento de entregar a Pérez a la prisión inquisitorial provocó un motín popular en Zaragoza en mayo de 1591. Lo mismo ocurrió cuatro meses más tarde con el agravante de la liberación del reo. Finalmente un ejército real entró en Aragón en octubre de ese mismo año. El Justicia, Juan de Lanuza, fue ejecutado. Las Cortes aragonesas reunidas en 1592 tuvieron que aceptar una reducción de las atribuciones forales.

GUERRAS Y SUBLEVACIONES EN EUROPA

La política mediterránea

En esta área se encontró con un conflicto no resuelto con el Imperio otomano, especialmente con el corso magrebí. Tras la pérdida de Trípoli en 1551 y la derrota y pérdida de la isla de Djerba en 1560 los turcos se dispusieron al asalto de Malta en 1565. Asalto que fue rechazado gracias a la ayuda enviada desde Sicilia.

En 1570 nuevamente el Imperio otomano se lanzaba al ataque, en esta ocasión contra la isla veneciana de Chipe. Esto hizo que la República veneciana buscase el apoyo de otros Estados para frenar el avance turco. En 1571 se creaba la Liga Santa de la que además formaban parte los Estados Pontificios, la Monarquía Hispánica y Génova, entre otros. Ese año la armada de la Liga al mando de Don Juan de Austria, realmente de Álvaro de Bazán, derrotaba a los turcos en la batalla de Lepanto. Sin embargo no se explotó el éxito, en 1573 se ocupaba durante tan sólo un año Túnez. Finalmente ambos Imperios firmarían una serie de treguas que trajo una relativa calma al Mediterráneo a partir de 1580.

La revuelta de los Países Bajos

La sublevación de los Países Bajos tuvo unas motivaciones políticas, fiscales y fundamentalmente religiosas. El calvinismo se había propagado por diversas regiones de Flandes y su incorporación a la Monarquía hispánica les hacía sentirse como extranjeros, con un rey que no residía en su territorio.

Estaban gobernados desde 1559 por Margarita de Parma, hermana de Felipe II. Al conocer la decisión de aplicar los acuerdos del Concilio de Trento y la implantación de la Inquisición la baja nobleza se concentró en Bruselas el 5 de abril de 1566 en el palacio de la gobernadora (mendigos) solicitando más libertades.

El Príncipe de Orange, el Conde de Egmont y el Conde de Horn volvieron a pedir a Margarita de Parma más libertad. El 14 de agosto un grupo de calvinistas asaltó la principal iglesia de Saint-Omer. Le siguió una rebelión generalizada en Ypres, Courtrai, Valenciennes, Tournai y Amberes.

Felipe II optó por la fuerza. Se acordó mandar al Duque de Alba a sofocar las rebeliones. El 28 de agosto llegaba a Bruselas y efectuó una durísima represión (Tribunal de Tumultos) ajusticiando a los nobles rebeldes, Egmont y Horn fueron ejecutados en 1568.

Felipe II buscó soluciones más diplomáticas con los nombramientos de Luis de Requesens, Juan de Austria (Saqueo de Amberes y Furia española de 1576) y Alejandro Farnesio, que consiguió el sometimiento de las provincias católicas del sur en la Unión de Arras. Ante esto los protestantes formaron la Unión de Utrecht. Además en 1581, bajo el mando del príncipe Guillermo I de Orange, las provincias de Brabante, Güeldres, Zutphen, Holanda, Zelanda, Frisia, Malinas y Utrech proclamaron su independencia.

Antes de su muerte Felipe II cedió el territorio de los Países Bajos a su hija Isabel Clara Eugenia y su yerno el archiduque Alberto de Austria en 1598.

Francia

A su llegada al trono el rey se encontró en guerra con Francia por el control de Italia, Guerra Habsburgo-Valois (1547 - 1559). Los franceses sufrieron dos severas derrotas en San Quintín en 1557 y Gravelinas en 1558, esto hizo que tuviesen que firmar la paz de Cateau-Cambresis donde además de acuerdos territoriales se acordó el matrimonio de Felipe II con Isabel de Valois, hermana de Enrique IV de Francia.

Esta fue una de las mayores victorias de Felipe II, ya que además Francia se sumió durante un periodo de casi 30 años en guerras de religión entre católicos y hugonotes, durante las cuales el monarca apoyó a los católicos encabezados por el duque de Guisa. Los tercios españoles llegaron a estar en París y se llegó a pensar en conseguir el trono francés para su hija Isabel Clara Eugenia.

Portugal

La incorporación de Portugal fue la culminación de un largo proceso con profundas raíces medievales, además se produjo gracias la política matrimonial desarrollada por los Reyes Católicos. A la muerte de Enrique I de Avís (enero de 1580) Felipe II se convirtió en el aspirante con más derechos al trono lusitano al ser hijo de Isabel de Portugal, primogénita de Manuel el Afortunado.

En realidad la crisis sucesoria se había producido con la muerte del rey Sebastián I. Este era hijo póstumo del príncipe Juan, heredero del trono, y de doña Juana, hija del emperador Carlos. Nació en 1554, en medio de una alegría del pueblo al alejar la posibilidad de la unión ibérica. A los 14 años fue declarado rey. De espíritu exaltado e idealista, se consideraba elegido por la providencia para realizar grandes hazañas en servicio de la fe. Estos ideales de raíz medieval le hicieron organizar una expedición a Marruecos en junio de 1578. En la batalla de Alcazarquivir, que tuvo lugar el 4 de agosto de 1578 el rey encontró la muerte, al igual que gran parte de la nobleza portuguesa. Los portugueses contabilizaron 7.000 muertos y cerca de 16.000 prisioneros.

La Corona pasó al anciano cardenal-infante don Enrique, hijo de Manuel el Afortunado y regente entre 1562 y 1568. Su avanzada edad presagiaba un pronto replanteamiento del problema sucesorio.

La situación en Portugal tampoco invitaba al optimismo. Desde mediados del siglo XVI se habían empezado a manifestar los primeros síntomas de paralización del crecimiento. Portugal adolecía de problemas estructurales en su comercio, el oro africano había dejado de reportar los beneficios anteriores, además el comercio con Oriente a través del Cabo hacía necesario el metal para equilibrar la balanza comercial. La derrota en Alcazarquivir supuso que a la aristocracia lusitana cautiva se la tuviese que rescatar mediante sumas fabulosas. Finalmente el Imperio portugués comenzaba a notar la intromisión de ingleses y holandeses, rivalizando e incluso expulsando a los marinos portugueses de algunas de sus rutas comerciales.

En la corte existía un bando procastellano, encabezado por Catalina de Austria, hermana de Carlos V y abuela de Sebastián I. La figura de Felipe II, tío del difunto rey y sobrino de Enrique I, se presentaba como una fuente de recursos financieros, a través de la Casa de Contratación de Sevilla y la llegada de plata americana, y sobre todo en el rey enérgico que se necesitaba en ese momento, expulsando a los enemigos comunes que interferían el comercio colonial y sofocando los conatos de rebeldía del pueblo llano. El gran rival de Felipe fue Antonio, prior de Crato, nieto de Manuel el Afortunado, pero por línea bastarda. Este había sido nombrado gobernador de Tánger en 1578 y acompañó al rey Sebastián en su aventura marroquí.

Felipe comenzó desde la muerte de Sebastián una intensa labor diplomática. El rey llamó a la Corte al cardenal Granvela, que ya había prestado buenos servicio a su padre el Emperador. Además pudo disponer el rey de un hábil negociador, Cristóbal de Moura, portugués pasado a España con el séquito de la reina Juana, viuda del príncipe Juan, madre de Sebastián y hermana de Felipe II. De Moura consiguió llegar a firmar un acuerdo con el rey-cardenal sobre las condiciones bajo las cuales Felipe II podría convertirse en soberano de Portugal.

Enrique murió el 31 de enero de 1580 y en su testamento no dejaba heredero, además el Consejo de regencia que asumió el gobierno a su muerte tampoco se atrevió a designar a Felipe. En esta situación de vacío de poder Antonio se autoproclamó rey de Portugal el 24 de julio en Samtarem. Se imponía el recurso de las armas. Por iniciativa de Granvela, Fernando Álvarez de Toledo, tercer duque de Alba, fue llamado para dirigir las tropas que invadirían Portugal, derrotando al rey Antonio en la batalla de Alcántara, cerca de Lisboa, el 25 de agosto. Además una flota formada en Cádiz y al mando de Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz bloqueaba la desembocadura del Tajo. El episodio final se produjo en torno a las islas Azores. Antonio, con ayuda francesa, fue derrotado en 1582 en la batalla de la isla Terceira (Azores).

Felipe fue coronado rey de Portugal en las Cortes de Thomar celebradas abril de 1581. El rey se comprometía a respetar los fueros y privilegios del reino, además Portugal sería gobernado en ausencia del soberano por un virrey, portugués o de la familia real. Se procedería a la creación de un Consejo integrado por portugueses y se reservaba el comercio con sus propias colonias.

Esta anexión, que sólo duraría 60 años, supuso el mayor éxito del reinado de Felipe II. Con ella se lograba la unificación peninsular y la asociación de los imperios coloniales de mayores dimensiones. Parece ser que el rey desoyó el consejo del cardenal Ganvela de trasladas la capital de la monarquía a Lisboa, en un momento en que el principal eje geopolítico se alejaba del Mediterráneo para pasar al Atlántico. El rey abandonó Lisboa en 1583 para no regresar nunca más.

Inglaterra

Felipe II fue rey de Inglaterra entre 1554 y 1558 en virtud de su matrimonio con la reina María Tudor. A la muerte de esta subió al trono Isabel I que comenzó una dura política religiosa anti católica que llevaría a su separación de Roma y la creación de la Iglesia de Inglaterra. Su defensa del protestantismo la llevó a apoyar a los rebeldes holandeses en 1585. Al año siguiente ejecutaba a su prima Maria I de Escocia. Además favoreció la piratería, Drake, y el esclavismo, Hawkins.

El rey Felipe II proyectó la invasión de Inglaterra. Para ello contaba con el apoyo del papa, el cual había excomulgado a Isabel. Reunió a la casi totalidad de la flota en Portugal, eligiendo para mandarla a Don Álvaro de Bazán, sin embargo la muerte de este hizo que finalmente fuese designado el duque de Medina Sidonia. Debería navegar hasta Flandes y allí recoger a los tercios de Alejandro Farnesio. La Grande y Felicísima Armada (Armada invencible) no cumplió su objetivo y en el viaje de vuelta parte de ella fue desbaratada.

En 1589 Inglaterra organizó La Invencible Inglesa o Contraarmada. Los objetivos ingleses eran atacar y saquear las costas españolas y provocar y apoyar una insurrección en Portugal contra su rey, Felipe II de España. Drake atacó La Coruña, aunque no consiguió desembarcar ni saquearla, sufriendo los ingleses unas 12.000 bajas y la pérdida de 20 naves. Además fracasó también en iniciar la revuelta de los portugueses contra Felipe II y en ocupar alguna de las Islas Azores, viéndose obligado finalmente a batirse en retirada sin haber logrado ni uno solo de sus objetivos y habiendo sufrido unas tremendas pérdidas de hombres y barcos. Moriría en 1596 de disentería tras varios fracasos en las costas de la América española.